El
acceso masivo a la educación y la ampliación de horas de ocio han llevado, en
occidente, entre otras cosas, a la proliferación de escritos y escritores. No
sé yo si la cantidad genera necesariamente calidad; me limito a conminaros a
echar un vistazo a los flamantes escaparates de las librerías más céntricas de
vuestra ciudad.
El
director de una orquesta es el culpable de una mala ejecución, el entrenador de
un equipo de fútbol lo es de los malos resultados. Pero, ¿quién es el culpable
de que se escriba tan mal? ¿Hay culpables?
Literatura
de mala calidad siempre hubo, y la habrá, al tiempo que charlatanes que pasarán
por grandes escritores, pero ¿quién seré yo para plantear problemas de semejante
enjundia? Yo venía a hablar de mi libro, que dice aquel, y también acerca de lo
que leen los escritores porque, si leen aquello que figura en los estantes de
las librerías, o si acaso piensan que con emularlo alcanzarán el éxito…
Quede
claro primeramente que de mi pluma sale una opinión, y que mi punto de vista
está, lógicamente, distorsionado por mi gusto lector, clásicos y ensayo.
Es
improbable llegar a escribir buena literatura leyendo best-seller. Desde luego
que el lector se creerá capaz de emularlos, pues se trata de forjar una buena
historia y escribirla como buenamente se pueda. Otro gallo cantaría si el
lector leyese otro tipo de literatura; se sentiría apabullado e incapaz.
Traigo
aquí una cita de Juan Rulfo y me aprovecho de su prestigio para reforzar mi
argumentación:
“Una
biblioteca sin libros de historia no es una buena biblioteca.”
Y
es que, a mi modo de ver, un buen escritor debe beber de las disciplinas
humanísticas. Un buen lector igualmente. La literatura es, probablemente, la
máxima expresión de las habilidades humanas, pues mezcla y usa de todas ellas
para ser.
Supongo
que la buena literatura ahonda en el conocimiento del hombre y sus
circunstancias, y para llegar a ese conocimiento hay que atravesar los senderos
de la historia, la filosofía y la religión, las ciencias…
Me
entristece que de estas fuentes no beban algunas de las muchas figuras que
inundan el panorama literario actual, español y no español.
Y
todo esto viene a colación de una de mis últimas lecturas, un pequeño relato
sobre las Guerras Carlistas.
Algunos
intercalan clásicos con best-seller, por eso de evitar el amodorramiento. En mi
caso gusto de intercalar clásicos con ensayo. Venía de dar unos paseos por la
Rioja Alavesa y las alusiones constantes a las Guerras Carlistas me llamaron a
refrescar el olvidado siglo XIX español. Dice en su introducción:
…existe
una evidente ley histórica por la cual los pueblos sólo retienen más
nítidamente en su memoria colectiva el impacto de la última confrontación
civil.
Son
maneras de vivir, claro está, pero si alguien me oye y gusta de escribir, no
olvide llenar la maleta con las prendas más ligeras e imprescindibles.
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