Decía
W. H. Auden que:
La moda y el esnobismo son una defensa valiosa
contra la indigestión literaria. Al margen de su calidad, siempre es mejor leer
unos pocos libros con atención que hojear muchos con prisa y, en ausencia de un
gusto personal que no puede formarse de la noche a la mañana, el esnobismo es
un principio limitador tan bueno como cualquier otro.
¡Y
con qué clase se dirigía Baudelaire a sus lectores!:
¡Hipócrita
lector ―mi
prójimo― mi hermano!
Por
lo general el lector resulta ser una persona muy pagada de sí misma. Cómo no
iba a serlo si considera que aquella actividad que tanto le entretiene es la
más productiva y sublime que pueda practicarse.
Pero,
aunque uno crea haberlo leído todo ya, la sorpresa acecha cada vez que
derrochas el atrevimiento indispensable para abrir las puertas de una librería
de segunda mano.
Estás
tú solo cuando entra un cliente. Dicha soledad enardece al avezado lector, que
derrocha toda su sinceridad como si le sobrara.
―¿A
cuánto pagan los libros?
―A
veinte céntimos.
―¡Bah,
qué poco!
―Bueno…,
según se mire.
―No, es
que yo tengo muchos libros y quiero hacer espacio, pero son muy buenos libros.
―Ya.
―Pero a
ese precio mejor los regalo.
―Claro.
―Bueno,
pero ya que estoy, ¿No tendrán…? Estoy buscando… Ya los tengo, pero es que
están viejos, Las Sonatas de Valle-Inclán.
―Sí,
mire ahí, en Clásicos Castellanos, por la “V”.
El
cliente no se toma mucho tiempo. Hojea un libro.
―Esta
edición es la que yo tengo, la de Austral, pero estos ejemplares están mejor conservados.
Por un
momento imagino que los va a comprar.
―También
hay alguna otra edición en tapa dura, ahí las verá.
Agarra
otro libro y lo abre con fuerza hasta los 180º, supongo que para corroborar su
escasa consistencia. Lo deja inmediatamente en su lugar y se incorpora.
―Es que…,
verá, la verdad sea dicha, yo odio el libro viejo. No sé… No soporto el libro
usado. Yo soy muy snob. Necesito que el libro esté nuevo.
―¡Vaya! ―Lo
miro, los ojos como platos, más sorprendido por su sinceridad que por lo dialogado,
asunto muy común por otro lado. Me quedo sin palabras y sin embargo tienden
estas a salir disparadas tal cual inoportuno escupitajo.
―¡Ah! O
sea que no compras si no es Seix Barral, Anagrama, Tusquets o demás…
―Sí, sí,
precisamente esas son las editoriales que yo compro siempre. Yo compro siempre en
la “Librería…”. Soy buen cliente. ―Se rió, sin acritud.
Y ahí
seguimos los dos hablando un rato, presumiendo títulos o ediciones, desalentado
yo porque no me iba a comprar un solo libro, cuando los tenía tan buenos y
baratos, displicente él porque no le iba a pagar más que veinte céntimos por
los libros de los que pretendía deshacerse.
Sin
embargo el snob era listo, y estaba dotado de una gran seguridad, así que no
tardó en zanjar la cuestión:
―Bueno,
pues me voy, que no sé que me pasa hoy que no cierro el pico. Adiós.
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