viernes, 23 de agosto de 2013

Los paisajes de la novela. La parte más grata de la documentación del escritor.



Me resulta difícil imaginar cómo otros escritores sitúan sus novelas en Mesopotamia, Estambul o New York. Hay ocasiones en que resulta lógico porque los escritores han vivido largas etapas de su vida en tales ubicaciones. En mi caso necesito abrazar los paisajes por los que transcurren las historias, necesito conocer el color y el tacto de la tierra, las costumbres de la fauna, los caprichos de la flora, necesito saborear los olores que trae el viento, dominar el cielo cambiante a través del transcurso de las estaciones.
Sí, el escritor es un hombre solitario, pero no se trata de soledad entre cuatro paredes. El escritor tiene que pasear para empaparse del ambiente que le rodea, tiene que dejarse penetrar por la naturaleza, si es que luego quiere plasmarla en letras, tiene que ser, en definitiva, un romántico.

Así me sucede que a lo largo del proceso de la escritura necesito volver una y otra vez a los paisajes por los que transcurrirán los personajes, y a la vez que crecen estos crece la complejidad de la naturaleza que los acompaña. Esta es una tarea grata, qué duda cabe, se trata de viajar, aunque estén estos paisajes al alcance de la mano, dígase bicicleta por ejemplo, o ruta en coche de fin de semana con la familia. Soy un escritor pobre, ¡qué demonios!, no se trata del Gran Cañón del Colorado ni de la Meseta de Gizeh, se trata de Sierra Cantabria, el valle del río Ebro o las primeras estribaciones del Camero Viejo. 

Yo he nacido y vivido toda mi vida en Lardero, y hay un pequeño cerro, el Monte la Pila, al que subo habitualmente y al que me gusta llevar a mis niños pequeños. Desde allí, en un día claro, se domina un amplio espacio de terreno, el que va desde Sierra Cantabria hasta las peñas de Viguera, el campo de golf de la Grajera y la dehesa de Navarrete, en términos generales. Esta es mi tierra, y esta será la tierra que pisarán los protagonistas de la novela.


1 comentario:

  1. Tienes razón. Las localizaciones son fundamentales en la dulce tarea de escribir. A más, hasta una humilde habitación hay que "palparla" con los cinco sentidos...

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